El pasado 13 de octubre de 2013 decidí dar a mi blog el nombre de “Vulgar Mundicia”. Llevaba semanas buscando un nombre apropiado que reflejara la idea que tengo al escribir. Quería un nombre que hablara de algo que es común y corriente, pero que a su vez intenta profundizar. Del primer objetivo surge la idea de vulgar. Encontrar la palabra que acompañaría a lo vulgar fue más difícil.
En un primer término pensé en incluir la palabra sociología —mi carrera y pasión— o filosofía —el pensar de manera profunda sobre algo—, pero me pareció que podía desviar la percepción sobre la intención de mis escritos o la expectativa sobre su contenido. No quería que palabras que pueden ser sinónimo de ciencia fueran a asustar a algún potencial lector pensando que lo escrito se caracterizaría por el rigor conceptual que cualquiera de estas disciplinas conlleva. Aunque el no haberlas incluido tampoco significa que excluya por completo la posibilidad de fundamentar mis ideas con la ayuda de análisis filosóficos o sociológicos.
Llegué a la palabra correcta por coincidencia. A través de buscar en lo mundano; lo vulgar. Aunque lo mundano no es necesariamente vulgar, mi búsqueda rondaba por ahí. De mundano derivé mundicia —una primera idea fue “Sociología y Mundicia”, que también me encanta como suena—. La palabra como tal llegó a mí en automático, pero resultó no tener el significado que esperaba. Me di cuenta en primera instancia que no es una palabra muy usada en el idioma español, pues no se encuentra en todos los diccionarios. Primero la creí inexistente, pero cuando por fin di con ella, resultó significar simplemente “limpieza”. Ese primer acercamiento me llevó una decepción. La palabra me había gustado mucho y no quería dejarla, así que seguí buscando para ver qué había en ella por descubrir.
Uno de los significados que encontré (http://dirae.es/palabras/mundicia) decía: “Del latín munditĬa. Limpieza física. Limpieza moral”. Y en ese segundo significado me basé para argumentar el sentido de la palabra en el título de mi columna.
Comencemos por limpieza; dos sinónimos que encuentro fundamentales para obtener el sentido que busco son pureza y nitidez. Al unir estos con la palabra moral, lo que resulta es una pureza o nitidez moral que le da a la mundicia el sentido de nivel moral alcanzable por una persona —como pureza—; o nivel de agudeza en la comprensión de lo que ser moral implica —como nitidez—; es una acepción un tanto comprometedora. Decir pureza moral, puede ser interpretado como puritanismo o conservadurismo. Aparte, como comúnmente concebida, la moral es un ideal —que puede también ser un vicio—. Un concepto borroso y de difícil definición que regularmente va acompañado de su contraparte —pues nadie deja de ser nunca humano—. Pero el riesgo que corro al hablar de pureza moral queda neutralizado al reducir la moral a la concepción del sujeto sobre la realidad cotidiana —que varía dependiendo del lugar y estrato social al que éste pertenezca— y el actuar, o esperar actuar, que resultan de esa concepción.
Al hablar de un proceso subjetivo en el que interactúan la influencia del entorno social y el imaginario colectivo con las determinaciones derivadas por el individuo para guiar su acción, llego a la conclusión de que la moral está regida también por la razón: el pensar sobre un modo de actuar que depende de la reacción que como sujeto se busca desencadenar en el otro, es decir, la búsqueda racional de la consecuencia de la acción. Y como mi moral es racional, entonces es intelectual. La mundicia, al ser limpieza moral, es también nitidez y/o pureza intelectual; nitidez como claridad de pensamiento, y pureza —aquí sinónimo de lo vulgar— como aquello que posee cualquiera y que es reflejo vivo de una realidad particular.
Por supuesto no olvido que existe esa acción irreflexiva y automática también regida por la moral, que abarca una buena parte de la vida o el actuar de un individuo y en la que la moral no podría ser catalogada como racional. Pero queda descartada aquí, al no servir a mi argumento.
Y aunque puedo seguir pareciendo un pretencioso al hablar de pureza intelectual, de ello me salvo cuando agrego la palabra vulgar antecediendo a la mundicia. Lo vulgar es lo común y corriente. Y en ello se encuentra el sentido de mi escribir. La idea es encontrar qué tan aguda o nítida puede ser la percepción de un ser cualquiera sobre lo que ve un día cualquiera; lo mundano. La vulgar mundicia es la filosofía de un ser cualquiera que reflexiona sobre su entorno. Y como cualquier reflexión conlleva una crítica, pues el simple análisis de una situación concreta, al revelar su caracterización, lo es —el nivel dependerá de la profundidad con que el sujeto sea capaz de reflexionar—, la vulgar mundicia es conciencia crítica.
Pero mi idea no es original, llegó a mí a través de un autor con el que he tenido un encuentro revelador. Es de Antonio Gramsci que surge la idea de la reflexión crítica sobre lo mundano. Le llama filosofía de la praxis. Un concepto que contrapone al de sentido común como aceptación irreflexiva de un orden de las cosas en un ambiente y momento particulares. La filosofía de la praxis implica simplemente reflexionar sobre eso que es la vida diaria; hacer una crítica al sentido común o lo que es lo mismo, desarrollar una autoconciencia crítica.
Todo hombre conoce el mundo y mediante su actuar lo transforma, pero esto sucede de manera irreflexiva. Una crítica al sentido común provee un sustento teórico para comprender tal actuar irreflexivo, guía la acción y devela las ataduras de otro modo ocultas en la cotidianeidad. Pensamiento revolucionario. Pero dejemos la teoría a un lado. Concentrémonos mejor en la idea, pues bajo esta idea, que es también una intención, pienso, y luego escribo.
Emiliano comparto contigo la inquietud de explorar a gramsci. Te felicito por esta inciativa
ResponderBorrarTe felicito, entonces hacen un gran equipo tu y gramsci.
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