Monterrey se ha convertido en una cuna de corrupción y favoritismo; los círculos políticos carecen de planteamientos profundos; ocupan las sillas del poder mentes muy pobres que ni siquiera se preocupan por comprender su realidad local, la realidad de la que están a cargo. Realmente es una pena que quienes toman las decisiones por nosotros tengan como único interés el hacer negocios con sus amigos, siendo el del político un oficio tan bello, tan lleno de nuevos retos todos los días, tan recreativo... pero en fin, no quiero idealizar. El punto es que todos jugamos nuestro papel en el orden de las cosas; todos reproducimos el orden dentro del que nos movemos.
Esta ciudad es un caso muy particular en el que el conservadurismo sirve de telón tras el que se esconden muchas atrocidades. Incoherencias como la de la ausencia de fuerzas públicas de rescate durante el incendio del Casino Royal son permitidas por la sociedad gracias a que el pensamiento conservador inyecta la tranquilidad del "da gracias a dios porque tienes salud y empleo", sea cual sea éste y salud entre comillas (pues la idea de tener buena salud también es dictada por el mercado). Tras el pensamiento conservador, una persignada en público avala las injusticias que cada día se hace más difícil esconder, pero que no importa que se sepan, porque "mientras yo esté bien, lo demás no importa".
Y realmente no podemos culpar a nadie. No harémos nada hasta que tengamos el agua al cuello, muy cierto. A la gente no le gusta cambiar su modo de pensar; están a gusto con él y les causa estrés cruzar los límites de su realidad en serie, prefabricada y suministrada al día a través de los mecanismos generadores de verdad. Se necesitarían más de millones de voces gritando al unísono para contrarrestar la verdad suministrada por estos mecanismos; no hay mucho que podamos hacer: la misma académia está en crisis; la misma académia es reproductora del orden de cosas, algunos conscientes otros no.
También me gusta ser optimista: creo en el imaginario colectivo, en que si trabajo en pro de una idea, habrá otros trabajando en la misma dirección. También creo en el oficio de explicar la realidad interpretandola y tratando de brindar elementos de análisis. Esa es la parte que me gusta de la académia. Tal vez el pensamiento sea libre hasta cierto punto, pero la profesión está atada. Por eso creo en la importancia de la discusión y el debate: lugar en que las ideas cobran vida y crecen; también creo en las comunidades intelectuales fundamentadas en corrientes de ideas, no en méritos académico-profesionales. Hay que intercambiar ideas. Sin duda el análisis abona al cambio.
Desde mi perspectiva el sistema democrático como lo conocemos hoy no tiene mucho futuro. Aunque hay avances, la cuestión misma del concepto de bienestar, basado en el "desarrollo" no ha dado lo que se espera y ha demostrado que no lo dará. Cambiar el concepto de desarrollo como se concibe hoy forzosamente implica un nuevo sistema político, una nueva democracia. Mi veredicto es que en algún momento será significativo el número de personas que decidan vivir de manera diferente al grado de que el modo de vida como lo conocemos perderá vigencia. Ni siquiera creo necesario derrocar a ningún poder hegemónico; basta con tomar algunas decisiones a nivel individual para debilitar las bases de esa realidad. Pero para eso faltan muchos años. Tal vez ni lo alcancemos a ver.
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