miércoles, 5 de febrero de 2014

La política de la amnesia de Eagleton Terry

La presente es una revisión de la lectura que titula esta entrada, que resulta en un análisis interesante sobre el individualismo que caracteriza a la sociedad actual, llevándome a la pregunta de si en verdad es un individualismo; una reflexión a la que no le veo desperdicio, particularmente por la paradoja que conlleva ese aparente egoísmo en las decisiones individuales, que termina siendo el colectivismo en que todos vivimos.

Hablamos primero de la academia y lo que llamo un abaratamiento de los objetos de estudio que en ella se promueven o se permiten. No es otra cosa que la vulgarización de la ciencia, que obedece a la tendencia en ella misma de dejar los grandes y comprensivos temas; o macroteorías, por cuestiones mundanas que se encuentran en la vida diaria de cualquier individuo; una especie de microsociología o microfilosofía, sin saber qué es primero: el abandono de las grandes explicaciones o la adopción de las microexplicaciones.

Este tema me causa revuelo, pues lo relaciono con una cuestión directamente política para cuya comprobación carezco de argumentos. Pero la hipótesis va así: dado el fulgor de los movimientos estudiantiles que se dieron a partir de mediados del siglo xx, se desarrolló una política universitaria a nivel mundial que procuró sacar a las ciencias sociales y la filosofía de temas políticos o de estado. De este modo, se desvía la atención de estudiantes y académicos, ávidos de verdad, hacia temas en ocasiones casi infantiles, neutralizando la participación política de un segmento pensante de la ciudadanía, y sedando dicha avidez con la “infalibilidad” del método científico.

Es precisamente con la cuestión de los movimientos estudiantiles, más las revoluciones del Tercer Mundo —agrega Terry—, que la idea de colectividad como potencia de cambio cobra fuerza, sin embargo —y esto no lo alcanzo a comprender—, es inmediatamente desprestigiada como acarreadora de violencia y consecuencias negativas. Tal vez el abandono de las grandes explicaciones, junto con el abandono de la idea de colectividad, que logra asociar a grandes segmentos de la población, son parte de la misma tendencia —o, siguiendo con la suspicacia, proyecto— política(o). La posmodernidad, o el neoliberalismo, logran centrar al individuo en la consecución de sus propios intereses, que resulta en un individualismo. Después Terry introduce la idea de un individualismo plural en el que todos, sin importar sus diferencias, son sujetos a la normatividad del mundo actual, que es, en pocas palabras, obtener más dinero, sin importar los medios —que en otras palabras también, es ser sujeto de explotación capitalista—. En este sentido la sociedad actual de Terry es tanto poscolectivista como postindividualista.

Un individualismo normalizado es un pluralismo; el fin de la libertad, o el fin de la identidad; el fin de los deseos propios por deseos, si no impuestos, introducidos sutilmente a una individualidad blanda —o líquida, recordando a Bauman— amasada para una fácil manipulación. Pero hay esperanza, pues “la inestabilidad de la identidad es «subversiva»”. Esperemos sólo que esta normatividad posindividualista de lugar a la subversión que promete Eagleton Terry.

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