martes, 7 de febrero de 2012

Breve recorrido por mi realidad cultural.


Yo

Mi nombre es Emiliano Sánchez, nací en Monterrey, Nuevo León, en una familia de 5 integrantes. Soy el mayor de 3 hermanos, de los cuales la más pequeña es mujer. Mis padres son empresarios restauranteros y por medio de ese negocio han sustentado la formación de nosotros tres…

Partiendo de la extensión del escueto relato que aquí presento hacia en qué institución hice mis estudios, qué otros elementos ha contenido mi formación, entre otras, podría presentar uno de los enfoques sobre cuál es mi identidad. Hay muchas perspectivas a través de las cuales podría definir quién soy. Una perspectiva social me dice que soy un ente delimitado en usos y costumbres por mi entorno socio-cultural y las condiciones que he tenido dentro de dicho entorno, particularmente económicas –no por su importancia como tal, sino por las oportunidades a las que esta condición me permite acceder–. Creo que es la manera más adecuada de describirme dentro de un entorno académico.

¿Quién me hace ser yo? Por círculos de importancia, tendríamos que empezar por mi familia, que, por sus condiciones económicas, determina por quiénes estarán compuestos los círculos externos que determinarán mi ser a lo largo de mi vida. Vecinos, compañeros de escuela, familiares, compañeros de trabajo y más gente con la que me relacionaré a lo largo de mi vida, son algunos de ellos.

Las condiciones de vida bajo las que he nacido son realmente condicionantes habiendo nacido en un país como México, pues condiciones sociales tan débiles dejan al habitante común a expensas de su realidad familiar, que condiciona las opciones de vida de las que goza el mismo. No es posible asegurar cuáles son las opciones de vida que tengo, pero de acuerdo a mi situación socioeconómica particular podría hacer una delimitación aproximada.


México

En el ámbito cultural existe un mayor margen entre las condiciones de vida del miembro de una sociedad y su situación socioeconómica, pues aquí la delimitación obedece más a ordenes geográficos, sin excluir, por supuesto, a los de clase. Es importante observar cuáles son las características que, junto con la delimitación geográfica de un pueblo, forman la cultura. Yo soy mexicano, pero ¿qué me hace mexicano? Las costumbres, la cocina, la música, el idioma –o debo decir los modismos de la región, que son a los que se les podría atribuir una cierta particularidad, puesto que el idioma como tal proviene de una imposición resultado de la colonización española–, la estructura familiar, etc. Este conjunto de elementos me delimitan como particularidad culturar a nivel general pues, a nivel específico, mi situación familiar –socio-económica– tiene también una influencia de peso sobre mi relación con dicha delimitación cultural.

Una apta identificación de lo que somos cada quién como entes culturales puede ser una útil herramienta para relacionarnos de manera adecuada con miembros de otras culturas o sus culturas en particular. Entender el por qué de nuestras características como pueblo, nuestros orígenes y otros factores que determinan nuestra situación actual facilita la tolerancia a modos diferentes de pensar, de ser y de percibir y relacionarse con la realidad. Todas las culturas tienen elementos que las hacen afines y otros que las hacen chocar entre sí. Por esta razón la consciencia cultural es un elemento clave para el sano desarrollo social de un ciudadano del mundo. Un buen comienzo sería responder a la pregunta ¿qué hace a mi cultura ser lo que es?

El mundo

Este mundo globalizado se encuentra actualmente regido por el sistema capitalista de mercado con orden neoliberal –esperemos que no dure mucho más tiempo–, la colonización de diversos países por la empresa y sus productos alrededor del mundo han dictado el orden al que este obedece casi en cada rincón. Partiendo de esta idea resulta evidente el hecho de que existe una cultura que domina el mundo y ha logrado penetrarlo mucho más que otras. Las causas pueden atribuírsele a un conjunto de situaciones históricas que han ordenado el tablero a favor de quienes ahora ocupan los peldaños más altos –por ejemplo el resultado final de la segunda guerra mundial y los cambios en materia de producción industrial, desarrollo tecnológico y dominio comercial que este produjo–. Sin embargo, la historia no sucede sola. Hay también situaciones particulares que han hecho esta realidad posible. Ejemplos concretos son la inversión en poder militar y en desarrollo tecnológico y científico, que va de la mano con el desarrollo de la institución universitaria y la inclusión y apoyo a las poblaciones para que ingresen y se beneficien de esta institución que, para los gobiernos estado, como es evidente en los países más avanzados, representa una inversión con retorno en materia de desarrollo. Alguna mezcla de esta serie de condiciones da como resultado el dominio comercial, que trae de la mano al dominio cultural.

Podría decirse que el dominancia de una cultura en el mundo es tan poderosa que puede ser impensable contrarrestar la tendencia, sin embargo, no hay poder superior a las raíces culturales de un pueblo, cuando existe la voluntad por mantenerlas vivas, cómo podemos tomar ejemplo de la cultura vasca, por mencionar una, que a pesar del peso que la ha aplastado a lo largo de los años en intentos por hacerla desaparecer, esta se ha mantenido de pie y cada día más fuerte, a pesar de momentos críticos en su historia.

Tomando esto en cuenta, puedo decir que la respuesta a la situación cultural que vive el mundo y en pro del reconocimiento de la magnificencia de cada una de las culturas que existen entre la raza humana, es el reconocimiento, exaltación y promoción entre sus miembros las características particulares de la cultura de cada quién. Estar al tanto de ellas, representa una barrera imposible de romper por la dominación cultural –comercial–. Así, mediante la instauración del valor verdadero de la identidad cultural, cada región puede comenzar a ser nuevamente caracterizada por eso que la hace rica y única en el mundo, presentando una fuerte resistencia a la tendencia imperialista de instaurar una cultura única en el globo.

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